Una ciudad maquiladora, fronteriza, con el país, que  hasta el momento, y más  o menos, es el más poderoso del mundo, una ciudad de comercio, de violencia y de intercambio cultural.

 

¡Como el sobreruedas de las torres del Pípila!, que corre desde la secundaria #39, en la esquina de los Poblanos, bueno ya no son los Poblanos de antes, los poblanos era una marca registrada de tacos, tacos buenos, de aquí de Tijuana, así como las paleterías la Michoacana, que parece que por decreto todas deben ser La Michoacana o Michoacana, (Una vez se corrió el rumor, en el bajo mundo, de que había algo legal por la marca, ahora sí que como dice mi tata, el cabecita de algodón: ¡aguas!), pues de esa esquina, hasta la iglesia que está en un crucero por la curva, cruza, y  continúa hasta el Florido.

 

¡El de Otay! se dice que ahí llega todo lo recién traído de Estados Unidos, lo más nuevecito, recién importado, los primeros en manosear la mercancía que entra a Tijuana son los del sobre ruedas de Otay: eso dicen, yo creo que es pura fama, y con eso les tumban un dinero extra por las plazas a los comerciantes; pero de que hay ropa buena la hay. Como en el de la Francisco Villa y el de las Torres, que con quinientos pesos te traes unos dos cambios de ropa y si madrugas hasta un par de tenis, pero hay que madrugar porque los revendedores siempre son los primeros, son los  que cuando ven llegar la camioneta de doble cambia, ocho cilindros, rines cromados, se abalanzan y para cuando el piloto baja de la camioneta ya solo quedan los restos de bolsa de basura, de esas de las que venden en los supermercados grandes, que viene en caja y traen listón para que tires de él cuando están llenas, de esas bolsas que con un soplido se rompen, pues sólo los restos de esas bolsas queda.

 

En los sobreruedas de Tijuana te encuentras de todo y de todos lados. Lo típico, frutas y verduras: buena, bonita y barata, del día, como dicen. No es que la de los supermercados no esté buena, pero los del sobreruedas tienen mejores ofertas, y con lo que te ahorras, y unos pesos más, si te alcanza para unos tacos de birria. La ropa y muebles, ya lo dije, con quinientos pesos si te alcanza para dos cambios de ropa;  muebles de todo tipo, desde una mesa de centro hasta una escalera de caracol hecha de madera; cuadros, relojes de pared, vidriería; instrumentos musicales; máquinas y herramientas; plantas, comida, películas, vehículos, electrodomésticos, celulares, bicicletas, veneno para las plagas, equipo táctico, paracaídas…

 

Gente repartiendo volantes, vendedores de tamales, café, champurrado, burritos, semillas, cigarros; rusos, ucranianos, haitianos, centroamericanos, sudamericanos, muchos gringos, y tijuanenses, todos gente de la frontera, que nace o no, en Tijuana, pero sigue siendo de la frontera.

 

De todo, hasta un Burrocebra hay en la ciudad. Dicen las malas lenguas que a la par que nacía  Tijuana, por allá de 1889, nació con ella el Burrocebra de la Revolución. Cuenta la leyenda, que los gringos bajo la idealización del caudillo mexicano de a sombrero, sarape y burro, y bueno la prohibición de alcohol de Estados Unidos, y los casinos de Agua Caliente, eran atraídos a esta ciudad alejada del centro del país. Los gringos querían consumir y los fronterizos les vendía.

 

Querían el sombrero, el sarape y el burro. Querían la foto del recuerdo vestidos de revolucionario. Se tomaban la foto con sombrero y sarape sobre un burro, ahí en la misma avenida donde continúa hasta hoy, en la Revolución. Los burros, por su color y por las cámaras de esa época, de principios del siglo XX, se perdían en la imagen, no se alcanzaban a distinguir, no fue hasta que a alguien se le ocurrió pintarle rayas.

 

Las condiciones fronterizas permiten intercambio cultural entre México y Estados Unidos. A Tijuana, por encontrarse tan lejos del centro, se le asignó una institución cultural para salvaguardar la cultura y tradiciones de esta zona norte. No prohibir el acceso al intercambio sino preservar lo que se tiene. 

 

El 4 de mayo del 2018, el Burrocebra fue declarado como patrimonio cultural de Tijuana, yo añadiría, e identidad. Ese mismo 4 de mayo se celebra el día de StarWars, reitero, por la zona fronteriza en la que nos encontramos estos intercambios son de lo más normal, aunque cabe recalcar que StarWars es mundial. La institución encargada de preservar y promocionar la cultura e identidad de la región solo se acordó de StarWars y no del Burrocebra.

 

Se proyectó parte de la saga en su explanada de esta institución cultural, y al Burrocebra una mención, pálida,  en la Secretaría de Cultura de Baja California.

 

Que lo olviden los Zonkeys que usan su figura como mascota, rasca  en la herida abierta; o que los Xolos de Tijuana, que usan la figura de un animal emblemático para la cultura de América latina, no haya balanceado entre lo local y lo extranjero, se los dejo a su criterio, pero lo de los Zonkeys y lo del Cecut, sí incomoda, y ya ni hablar del IMAC. Qué es una raya más pa' el burro.

 

Ismael E. G.