Gerardo Ortiz, originario de Pasadena, California, pero con profundas raíces en México, es uno de los artistas más reconocidos en el género de los corridos dentro de la música regional mexicana. A lo largo de su carrera, ha sido aclamado por su habilidad para narrar historias populares a través de su música, con éxitos como "Dámaso" y "Fuiste mía". Sin embargo, su trayectoria también ha estado marcada por la polémica, especialmente por su relación con el mundo del narcotráfico.

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Recientemente, admitió en una entrevista haber ofrecido conciertos privados para narcotraficantes mexicanos, lo que ha generado un intenso debate sobre su papel en la normalización de la violencia y el crimen organizado a través de su música. Además, el cantante se declaró culpable de violar la Ley Kingpin, una normativa estadounidense que prohíbe realizar transacciones o colaborar con individuos vinculados al narcotráfico. Como parte de su declaración, Ortiz aceptó ser testigo cooperante en investigaciones relacionadas con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), una de las organizaciones criminales más poderosas de México.

 

 

 

 

 

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Canciones dedicadas a narcotraficantes

Gerardo Ortiz ha sido criticado por dedicar canciones a figuras prominentes del narcotráfico, lo que ha alimentado la controversia en torno a su música. Algunas de las canciones más polémicas incluyen:

1.    "Dámaso": Dedicada a Dámaso López Serrano, alias "El Mini Lic", exlíder del Cártel de Sinaloa. La canción narra la vida y las hazañas de López Serrano, quien fue detenido en 2017.

2.    "La última sombra": Este tema hace referencia a Ismael "El Mayo" Zambada, líder del Cártel de Sinaloa, y también menciona a Joaquín "El Chapo" Guzmán y a su hijo, "El Chapito".

3.    "En preparación": Dedicada a Manuel Torres Félix, alias "El Ondeado" o "M1", un conocido narcotraficante del Cártel de Sinaloa. La canción también menciona a "Los Ántrax", el brazo armado del cártel.

4.    "Palma Salazar": Este corrido honra la memoria de Luis Valerio Palma Salazar, hermano de Héctor Luis "El Güero" Palma, cofundador del Cártel de Sinaloa.

5.    "El Primer Ministro": Aunque no menciona nombres directamente, la canción hace alusión a "El Chapo" Guzmán, refiriéndose a su escape de prisión en 2001 y a sus hijos, Iván y Alfredo Guzmán.

6.    "Ángeles o demonios": Dedicada a Iván Archivaldo Guzmán Salazar, alias "El Chapito", hijo de "El Chapo" y líder de "Los Chapitos", una facción del Cártel de Sinaloa.

7.    "El M": Esta canción, según las autoridades, estaría dedicada a Nemesio Oseguera Cervantes, alias "El Mencho", líder del CJNG. El tema llevó a que Ortiz fuera declarado persona non grata en el estado de Jalisco en 2017.

 

 

 

 

 

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Controversias y consecuencias

La relación de Gerardo Ortiz con el narcotráfico no se limita a su música. En 2018, el FBI lo contactó para informarle que Jesús "Chucho" Pérez Alvea, un promotor con el que había trabajado, estaba designado como narcotraficante bajo la Ley Kingpin. El cantante admitió haber realizado negocios y conciertos con Pérez Alvea, lo que lo llevó a declararse culpable de conspiración.

Además, su vida personal ha estado marcada por tragedias relacionadas con el crimen organizado. En diciembre de 2024, su exmánager fue asesinado en un ajuste de cuentas en la Ciudad de México, un hecho que refleja la violencia que rodea su entorno.

 

 

 

 

 

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Impacto en su carrera

A pesar de su éxito musical, las controversias han afectado su imagen publica. Su declaración de culpabilidad y su colaboración con las autoridades estadounidenses han generado desconfianza entre sus seguidores y en la industria musical. Además, su música ha sido criticada por glorificar el narcotráfico, lo que ha llevado a debates sobre el papel de los artistas en la normalización de estas actividades.

 

 

 

 

 

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Gerardo Ortiz es un caso emblemático de cómo la música regional mexicana, especialmente los narcocorridos, puede entrelazarse con el mundo del crimen organizado. Su carrera, aunque exitosa, está marcada por la sombra de sus vínculos con el narcotráfico, lo que ha generado un debate sobre la ética y la responsabilidad de los artistas en la promoción de mensajes que podrían glorificar la violencia y el crimen.