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Capítulo VI de Aventuras de un cubano en México

OPINIONES

01-05-2023


Capítulo VI de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Capítulo VI de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Redacción BajaNewsMx
Editorial bajanews.mx| BajaNews
Publicado: 01-05-2023 08:35:04 PDT

Otro momento inolvidable fue cuando al nieto mexicano más pequeño le brindaron una lata de refresco y vio que se llamaba “Tukola”

Los acontecimientos relacionados con la boda propiamente dicha, darían para un buen relato, pero no quiero abusar de la paciencia de los lectores y solo les voy a relatar los más sobresalientes. 

 

Como todo buen novio que se respete, llegué antes que la novia. Cuando ella hizo su aparición, del brazo del hijo mayor y el menor –mi propio hijo viene a ser como el intermedio-, comenzaron a sonar los hermosos acordes de la Marcha Nupcial de Mendelssohn y, como por arte de magia, se abrieron las compuertas de sus ojos, dando paso a una emoción lacrimógena que duró no solo toda la ceremonia, sino parte de la actividad posterior. Fue muy emocionante para ella y laborioso para mí, porque todo el tiempo estuve intentando convencerla de que solo nos íbamos a casar, que no nos iban a llevar al patíbulo.

 

Cuando la notaria nos dijo las frases rituales, hubo alguien que repitió a nuestras espaldas las últimas palabras de Jesús: “Perdónalos Dios Mío, no saben lo que hacen.” Después de cuarenta y cuatro años de espera y una buena cantidad de años sobre los hombros, era muy poco probable que nos equivocáramos. Por mi parte, yo precisé que “lo tuyo es mío y lo mío es mío”.

 

El lanzamiento del ramo fue otro momento singular, puesto que cuando Amarilis se volvió de espaldas al grupo de solteronas y lanzó las flores, todas aquellas mujeres que estaban ansiosas por repetir nuestra experiencia, se lanzaron en pos de ellas. Nuestra nuera mayor estiró una mano y estoy seguro de que en ese momento ni Jim Piersall ni Joe DiMaggio -dos de los más famosos fildeadores de la historia de las Grandes Ligas- la hubieran podido superar. Al fin y al cabo, era la más alta y la más fuerte y dio empujones a diestra y siniestra.

 

Mientras los pocos niños que había se dedicaban a la actividad infantil de jugar, la Jade, que en esos momentos era nuestra nieta más pequeña, con menos de un año y todavía de brazos, luchaba con su padre a brazo partido para tratar de empinarse una botella de cerveza que éste tenía en su mano libre, demostrando una vez más que es una criatura muy ortodoxa en el asunto de tragar. En ese preciso momento, el hábil fotógrafo atrapó el acto para la historia y es una de mis fotos favoritas del feliz acontecimiento. 

 

Otro momento inolvidable fue cuando al nieto mexicano más pequeño le brindaron una lata de refresco y vio que se llamaba “Tukola”, palabras que aquí tienen otro significado diferente del de allá. La miró con una sonrisa pícara y declinó el ofrecimiento.

 

Como quiera que teníamos una reservación para un hotel en Varadero adonde debíamos hospedarnos en la tarde del día siguiente, pasamos nuestra ansiada Luna de Miel en el apartamento vecino al mío, que no estaba en tan buenas condiciones, pero que como dice un refrán cubano: una noche la pasa un sapo debajo de cualquier piedra. Lo importante era nuestra mutua compañía y la teníamos finalmente.

 

Con aquel acontecimiento tan importante para los dos, salvamos otro de los pasos que nos traerían a México en un futuro que ya se avizoraba un poco más cercano. Del suelo, habíamos llegado al estribo y algún día, nos subiríamos a la montura.