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Capítulo XI de Aventuras de un cubano en México

OPINIONES

05-06-2023


Capítulo XI de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Capítulo XI de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Redacción BajaNewsMx
Editorial bajanews.mx| BajaNews
Publicado: 05-06-2023 09:39:09 PDT

Al aterrizar finalmente en el aeropuerto de Tijuana, mi primera sensación fue de un gran sosiego

Al aterrizar finalmente en el aeropuerto de Tijuana, mi primera sensación fue de un gran sosiego. Cuando los neumáticos hicieron el ansiado primer contacto con la pista, todos los órganos de mi torturado cuerpo regresaron a su lugar, puesto que, hasta ese momento, se habían ido agolpando en mi garganta y durante todo el largo viaje, habían estado amenazando con estrangularme. Con ese primer contacto, sentí que había recuperado una buena parte de mi amor propio. Ya en ese momento, podía enfrentar lo que viniera.

 

Al bajar, lo primero que nos llamó la atención fue el tamaño del aeropuerto. Allí cabía dos veces el de La Habana. Su inmensa mole nos impresionó, aunque a la larga, es uno de los más pequeños que hemos visitado en este país. Como si fuésemos dos campesinos arribando a una ciudad, tuvimos que preguntar dos veces cómo o por dónde se salía de allí. Además, nos detuvo la indetenible cadena de tiendas, cafeterías y restaurantes que vimos en nuestro peregrinar y que nos resultaron apabullantes, porque no estábamos acostumbrados a ver tan inmensa cantidad de establecimientos y sobre todo, tan repletas de cualquier cantidad de artículos. Fue nuestro primer contacto con una abundancia que nos dio como una bofetada en el rostro sin previo aviso. 

 

Ya había comunicado por teléfono con mi hijo y nos estaba esperando a la salida, pero el asunto era encontrar la salida. Al llegar al lugar que finalmente nos indicaron, nos encontramos de frente con una escalera bien grande y ancha y a nuestra izquierda la ansiada salida. Parada al mismo borde de la puerta, había una guardia de seguridad que nos indicó con una amable sonrisa, aunque con cierto dejo de complicidad, que aquella escalera era la que conducía hacia las garitas de Estados Unidos. Nos miramos y creo que nos preguntamos al mismo tiempo dónde se nos veía que somos cubanos. No nos parecía estar mal vestidos ni mal comidos, y sin embargo, aquella amable señora nos hizo una radiografía o nos escaneó. 

 

Correspondimos a su gesto amable con otra sonrisa y le explicamos que no nos dirigíamos hacia la frontera, sino que nos quedaríamos en Tijuana. 

 

Finalmente logramos salir y allí nos esperaba Omar con una cálida sonrisa de bienvenida, nos abrazamos y nos besamos, agarró la maleta de mano de Amarilis y nos llevó hacia el parqueo que hay enfrente. Había visto parqueos como ese en algunas películas, pero como se suele decir en Cuba, no es lo mismo con violín que con guitarra y al ver el parqueo en vivo, en directo y a todo color, recibimos la segunda bofetada del día. Nuestros hijos de Cuba son ambos choferes de ómnibus y nos vinieron a la mente de inmediato. Si ellos hubieran podido ver esto, su sorpresa hubiera resultado ser el doble de la nuestra. 

 

Allí se nos unieron nuestra nuera y sus hijos, dos especies de nietos que nos habían caído de regalo y que ya habíamos conocido en el viaje que dieron para nuestra boda. 

 

Nos llevaron a desayunar a un pequeño restaurante y una de las cosas que primero nos chocó fue la tremenda amabilidad, el gran respeto y la forma educada con que fuimos atendidos. Aquel espléndido desayuno fue, gastronómicamente hablando, nuestro bautizo de fuego.