El 21 de noviembre de 1916, el príncipe Rodolfo, heredero del Imperio austrohúngaro, y su amante María Vetsera fueron encontrados muertos en la residencia real de Mayerling en circunstancias poco claras. Esta trágica muerte marcó el fin de una época y simbolizó el declive del Imperio austrohúngaro, tras casi setenta años de historia europea.

Rodolfo, un príncipe conflictivo y liberal, se sintió un extraño en su propio mundo y buscó nuevas emociones lejos de su matrimonio infeliz. Su relación apasionada con María Vetsera culminó en una tragedia que aún hoy suscita controversia sobre si fue un suicidio o un asesinato.

Rodolfo, nacido en 1858, era el tercer hijo y único varón de Francisco José e Isabel de Baviera, conocida como Sissi. Su talante liberal y su pasión por la ciencia lo distanciaban de la conservadora corte vienesa. Su matrimonio con Estefanía de Bélgica resultó desastroso, y su vida galante tuvo consecuencias terribles. Contrajo una enfermedad venérea que dejó estéril a Estefanía y deterioró aún más su relación. Relegado políticamente y sumido en una profunda insatisfacción, Rodolfo encontró en María Vetsera una nueva y peligrosa pasión.

María Vetsera, de diecisiete años, provenía de una familia cercana a la corte imperial. Su relación con Rodolfo, llena de encuentros secretos, culminó en la tragedia de Mayerling el 29 de enero de 1889. Allí, Rodolfo disparó contra María y luego se quitó la vida. La versión oficial habló de un doble suicidio, pero surgieron rumores de asesinato. La Iglesia se negó a dar sepultura cristiana al heredero, hasta que el emperador proporcionó información secreta al Vaticano. Esto generó especulaciones sobre la participación del propio emperador en la tragedia.

A pesar de las teorías y los rumores que rodean el caso, la muerte del príncipe Rodolfo representó un hito en la historia del Imperio austrohúngaro. Su trágico final marcó el declive de la monarquía y el comienzo de un período de cambios y desafíos para la región. La figura de Rodolfo, un hombre frágil que no pudo enfrentar su destino, se convirtió en un símbolo de la decadencia de un imperio que pronto se desmoronaría.