El asma es una enfermedad crónica del sistema respiratorio que afecta a los bronquios, los tubos que llevan el aire dentro y fuera de los pulmones. 

 

En las personas con asma, estos tubos bronquiales se inflaman y se estrechan, lo que dificulta la respiración y puede provocar síntomas como dificultad para respirar, sibilancias (un silbido al respirar), opresión en el pecho y tos.

 

Las causas exactas del asma aún no se comprenden completamente, pero se cree que es el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales. Los desencadenantes comunes incluyen alérgenos como el polen, los ácaros del polvo y los pelos de animales, así como irritantes del aire como el humo del tabaco, la contaminación atmosférica y los productos químicos.

 

Aunque el asma no tiene cura, se puede controlar eficazmente con tratamiento. Esto generalmente implica el uso de medicamentos inhalados para reducir la inflamación de las vías respiratorias y abrir los bronquios, lo que ayuda a prevenir los síntomas y las crisis asmáticas. 

 

Además, los pacientes con asma a menudo reciben un plan de acción personalizado que incluye evitar los desencadenantes conocidos y monitorear los síntomas para ajustar el tratamiento según sea necesario. En casos más graves, pueden ser necesarios medicamentos adicionales o terapias específicas. 

 

Es importante que las personas con asma trabajen en estrecha colaboración con su médico para desarrollar un plan de manejo adecuado y mantener su condición bajo control.