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Capítulo V de Aventuras de un cubano en México

OPINIONES

24-04-2023


Capítulo V de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Capítulo V de Aventuras de un cubano en México IFOTO: Baja News

Redacción BajaNewsMx
Editorial bajanews.mx| BajaNews
Publicado: 24-04-2023 09:51:43 PDT
Actualizado: 24-04-2023 09:53:31 PDT

En una ocasión, en una época muy convulsa, hubo tres en un mes

Ahora bien, otro de los problemas era que en esos siete años, esos libros donde se registran los nacimientos no habían sido transcritos digitalmente –todavía muchos permanecen sin ser registrados en computadoras—, y por lo tanto, su búsqueda era manual. Y todavía lo es. Solucionar el problema me costó bastante tiempo en gestiones, y una buena cantidad de dinero que por suerte tenía. Al fin, pude volver a nacer tan íntegramente como la primera vez. Una de mis mejores sorpresas todavía me estaba aguardando al doblar de la esquina, puesto que, al indagar por mi certificación de divorcio, me encontré con que no existía en ningún registro, es decir, legalmente nunca estuve casado y por tanto, tampoco podía estar divorciado, lo cual quería decir que había vivido más de veinte años en concubinato, y que tenía asegurado mi camino hacia el infierno por ser un pecador impenitente sin derecho a redención. Por fortuna para mí, en Cuba te puedes casar haciendo una declaración jurada de que eres soltero.

 

Para nuestra suerte, los documentos de mi esposa estaban en otros registros más afortunados y no hubo problemas con ellos. 

 

Un sobrino de mi esposa tenía una especie de negocio relacionado con fiestas de cumpleaños, quinces y matrimonios y resolvimos fácilmente un turno con la notaria que nos casaría en una fecha que fuera conveniente para mis parientes mexicanos.  

 

Otra de nuestras peripecias fue cuando nos encaminamos al restaurante “El castillo de Jagua”, que antiguamente había conocido tiempos mejores, enclavado en el centro del Vedado, en una arteria bastante amplia con un parque de cinco metros de ancho a todo su largo que le sirve como separador llamada “La avenida de los presidentes”, porque cada dos o tres cuadras había una estatua dedicada a alguno de los tantos presidentes que había tenido Cuba (En una ocasión, en una época muy convulsa, hubo tres en un mes). 

 

Íbamos de parte del sobrino y nos recibió la persona que encaminaba ese tipo de actividades. Cuando le dijimos que queríamos reservar el salón, de inmediato nos informó que tenían planeado cerrar el local por reparaciones y no estaban recibiendo peticiones para actividades de ningún tipo, pero mi esposa que es una de esas personas que son capaces de meterse por el ojo de una aguja, lo convenció para que nos ayudara con la gestión. Nos preguntó que si eran nuestros hijos quienes se casarían, y cuando le dijimos que los contrayentes éramos nosotros, no podía dar crédito, puso una expresión digna de un meme y pensó que era una broma de nosotros. Le preguntamos si no teníamos derecho a casarnos a pesar de nuestras edades y rápidamente colocó la marcha atrás y se deshizo en disculpas. Eso conllevó a que nos llevara a la oficina de contabilidad para ayudarnos con la gestión del contrato por el local, la comida y algunas bebidas. Nos pasó lo mismo por segunda vez. Se sorprendieron de que fuéramos nosotros los felices mortales. A la sazón llegó el administrador y al mostrarse un poco en desacuerdo debido al asunto de la reparación, los mismos trabajadores le pasaron el casete y mágicamente, se abrieron las puertas de su corazón romántico y hasta hizo que nos dieran algunos precios especiales. Al final, valió la pena ser considerados como dos raros especímenes.

 

Una vez resueltas todas esas cosas, ¡a casarse llaman! Y a emprender el lento y tortuoso camino que nos traería finalmente hacia México.